Autor: Alfredo Enrione – Director del Centro de Gobierno Corporativo y Sociedad

La tentación del acceso

«Con él en el directorio, tendremos llegada al ministerio.» «Sus contactos nos abrirán puertas en el gobierno.» «Entiende cómo funciona el sistema.»

Y así, con estas frases seductoras, los directorios caen en la ilusión más peligrosa del gobierno corporativo: creer que pueden conseguir un director y un lobista por el precio de uno.

El espejismo del acceso

La lógica parece impecable: nombras a un ex ministro o senador como director y, mágicamente, las puertas del poder se abren. Los permisos se agilizan. Las regulaciones se suavizan. Los problemas desaparecen.

Excepto que no funciona así. O peor aún: cuando funciona, puede ser el comienzo del fin.

Los tres pecados del director político

La experiencia política es valiosa. El problema surge cuando se convierte en el único valor que se busca, cuando la capacidad de acceso sustituye la capacidad de supervisión.

La confusión de roles

Un director debe supervisar estrategia, riesgos y desempeño. Un lobista debe navegar el complejo mundo de la política y la regulación. Son roles diferentes que requieren habilidades diferentes y, más importante aún, lealtades diferentes.

Cuando intentas que una persona haga ambos trabajos, inevitablemente uno sufre. Y generalmente es el rol de director el que se sacrifica en el altar de la influencia.

La lealtad dividida

¿A quién sirve realmente el director político? ¿Al directorio que lo nombró? ¿A sus contactos en el gobierno? ¿A su propia agenda futura?

La independencia, ese pilar fundamental del buen gobierno, se compromete cuando el director tiene que equilibrar múltiples lealtades. Los conflictos de interés no son la excepción – son la regla.

La expertise simulada

La capacidad de navegar los pasillos del poder es una habilidad valiosa, pero no sustituye el conocimiento profundo del negocio, la industria y los fundamentos del buen gobierno corporativo.

Un director necesita más que contactos. Necesita la capacidad de cuestionar estrategias, evaluar riesgos y supervisar el desempeño con criterio informado.

El verdadero costo

Lo que realmente pierdes cuando conviertes tu directorio en una extensión de asuntos públicos:

Para el gobierno corporativo

  • Supervisión efectiva comprometida
  • Independencia cuestionada
  • Foco estratégico diluido
  • Credibilidad institucional en riesgo

Para la empresa

  • Decisiones sesgadas por consideraciones políticas
  • Riesgos reputacionales aumentados
  • Valor destruido a largo plazo
  • Cultura corporativa comprometida

El camino correcto

La solución no es evitar toda conexión con el mundo político, sino manejarla apropiadamente:

Separa los roles

  • Directores que dirijan
  • Asesores que asesoren
  • Lobistas que gestionen

Valora la experiencia política en su justa medida

  • Como una perspectiva más, no la única
  • En el contexto de una matriz diversa de competencias
  • Balanceada con expertise técnica y de industria

Establece límites claros

  • Protocolos de conflictos de interés
  • Líneas claras de reporte y responsabilidad
  • Transparencia en las relaciones gobierno-empresa

Para reflexionar en el directorio

  1. ¿Nuestros directores políticos agregan valor más allá del acceso?
  2. ¿Hemos comprometido la independencia por influencia?
  3. ¿Cómo manejamos realmente los conflictos de interés con el mundo político?