Autor: Alfredo Enrione – Director del Centro de Gobierno Corporativo y Sociedad
La escena se repite constantemente: un grupo de directores bien intencionados de una organización sin fines de lucro revisa meticulosamente sus estados financieros, aprueba presupuestos y firma actas. Todo parece impecable. Sin embargo, esta pulcritud administrativa esconde una peligrosa realidad: muchas OSFL están construidas sobre falacias de gobernanza que minan silenciosamente su capacidad de generar impacto social genuino.
La falacia de la rendición de cuentas
Muchas OSFL no entregan sus estados financieros a terceros. De las que sí lo hacen, existe una desconcertante inconsistencia sobre quiénes deberían recibirlos. Esta opacidad revela una pregunta fundamental sin resolver: ¿a quién deben rendir cuentas realmente estas organizaciones?
A diferencia de las empresas, donde los accionistas exigen resultados, o el gobierno, donde los ciudadanos votan, las OSFL operan en un inquietante vacío de accountability. No es simplemente negligencia: es una falla estructural donde nadie tiene el poder real de exigir resultados medibles o cuestionar decisiones estratégicas.
La falacia de la fidelidad a la misión
La gran mayoría de los directores de las OSFL identifica el financiamiento como su máxima prioridad estratégica. Las reuniones directivas están dominadas por temas presupuestarios, no por evaluación de impacto social. La consecuencia inevitable: una erosión gradual pero constante de la misión fundacional.
Cuando la supervivencia económica se convierte en el objetivo primario, la organización inevitablemente deriva hacia actividades que generan recursos pero diluyen su propósito transformador original. Sin mecanismos explícitos para proteger esta misión —como un comité dedicado exclusivamente a ello— la desviación no es una posibilidad, sino una certeza.
La falacia de la independencia directiva
El directorio típico latinoamericano incluye miembros que simultáneamente actúan como fundadores, financiadores y proveedores de servicios. Esta superposición no es una fortaleza, sino una vulnerabilidad crítica.
Los conflictos de interés no son excepcionales sino estructurales. Peor aún, estos conflictos rara vez se reconocen formalmente, creando una cultura donde la objetividad es imposible y las decisiones inevitablemente se contaminan con sesgos personales, profesionales o institucionales.
La falacia de la fiscalización externa
La mayoría de las OSFL son fiscalizadas por entidades que solo verifican aspectos financieros o legales básicos. El Servicio de Impuestos Internos , seguido por ministerios específicos y municipalidades. Ninguna de estas entidades evalúa la calidad del gobierno corporativo o la efectividad en el cumplimiento de la misión.
Esta fiscalización superficial crea una ilusión de control que permite que directorios disfuncionales operen durante décadas sin verdadera supervisión de lo que realmente importa: su capacidad para transformar vidas.
La falacia de la profesionalización accesible
La solución aparentemente evidente —profesionalizar equipos y directorios— choca frontalmente con la realidad financiera. Si la mayoría de recursos debe destinarse a la misión, ¿cómo invertir en capacitación, sistemas o talento directivo?
Este círculo vicioso perpetúa directorios compuestos por voluntarios bien intencionados pero sin las competencias específicas para gobernar organizaciones complejas en entornos turbulentos.
Un nuevo paradigma de gobierno social
Romper con estas falacias requiere un replanteamiento radical. Las OSFL necesitan:
- Mecanismos concretos de rendición de cuentas a beneficiarios y comunidades
- Comités dedicados exclusivamente a proteger la integridad de la misión
- Políticas explícitas sobre conflictos de interés y límites en la multiplicidad de roles
- Evaluaciones externas sustantivas, no solo formales
- Estructuras de gobernanza adaptadas a su realidad financiera
No necesitamos más OSFL; necesitamos mejores OSFL. Y eso comienza por reconocer que las buenas intenciones no compensan un gobierno corporativo deficiente.
PD: ¿están sus directores dispuestos a cuestionar estas falacias en su propia organización?