Autor: Alfredo Enrione – Director del Centro de Gobierno Corporativo y Sociedad
La gran obra de teatro corporativa
“Tenemos un protocolo familiar completo”, anuncia orgulloso el presidente de una empresa familiar tradicional en un foro sobre gobierno corporativo. Lo que no menciona es que ese documento de 73 páginas, resultado de meses de trabajo y considerables honorarios de consultoría, permanece guardado en un cajón desde hace cinco años. Nadie lo ha consultado en las últimas tres crisis familiares, y varias de sus cláusulas han sido discretamente ignoradas cuando resultaron inconvenientes.
Esta situación ilustra perfectamente la “paradoja del protocolo familiar en América Latina”: documentos impecablemente redactados que rara vez sobreviven al primer conflicto real.
La fachada del buen gobierno
En la última década, los protocolos familiares se han convertido en el símbolo por excelencia del “buen gobierno corporativo familiar”. Sin embargo, su implementación efectiva sigue siendo el gran desafío pendiente:
• Muchos se crean por presión externa (bancos, inversionistas, reguladores) más que por convicción. • Se redactan en momentos de calma, pero fallan precisamente cuando más se necesitan: durante las crisis. • Suelen reflejar la voluntad del líder fundador más que un verdadero consenso familiar.
Como me comentó un director experimentado: “En América Latina tenemos protocolos de primer mundo y cumplimiento de tercer mundo”.
El protocolo que sí funciona
Los protocolos que logran trascender el papel y convertirse en guías reales comparten características distintivas:
- Sencillez sobre complejidad: Principios claros y aplicables versus documentos enciclopédicos.
- Construcción participativa: Involucramiento real de todas las ramas familiares, no imposición desde arriba.
- Mecanismos de enforcement: Consecuencias concretas por incumplimiento (desde económicas hasta de participación).
- Órganos vivos: Un Consejo Familiar activo que interpreta y actualiza el protocolo regularmente.
- Cultura sobre estructura: Valores familiares genuinamente compartidos que fundamentan las reglas.
La trampa del legalismo
El error más común en nuestra región es confundir el documento con el proceso. Las familias empresarias exitosas entienden que el protocolo no es un fin sino un medio – el verdadero valor está en las conversaciones difíciles que generó su creación, los acuerdos fundamentales que refleja, y el compromiso genuino con respetarlo.
Como explicó un consultor especializado: “Un protocolo breve pero respetado vale infinitamente más que un documento jurídicamente perfecto que todos ignoran cuando llega la hora de la verdad”.
De la teoría a la práctica
Para que un protocolo trascienda el papel y se convierta en una herramienta viva de gobierno:
• Revisión periódica: Actualizarlo al menos cada 3-5 años para reflejar cambios familiares y empresariales.
• Casos de prueba: Evaluar regularmente cómo se aplicaría a situaciones hipotéticas desafiantes.
• Inducción familiar: Asegurar que nuevos miembros (incluidos cónyuges) comprendan su importancia.
• Celebrar su aplicación: Reconocer cuando funcionó correctamente para resolver situaciones difíciles.
Preguntas para reflexionar:
• ¿Cuándo fue la última vez que el protocolo familiar se utilizó efectivamente para resolver un conflicto?
• ¿Las nuevas generaciones realmente conocen y sienten como propio el protocolo?
• ¿Existe un mecanismo claro para actualizar el protocolo cuando las circunstancias cambian?
• ¿El protocolo realmente refleja la cultura familiar o es un documento aspiracional desconectado de la realidad?
• ¿Qué consecuencias reales ha enfrentado quien ha incumplido el protocolo?
P.D. La verdadera prueba de un protocolo familiar no es su elegancia jurídica, sino su capacidad para sobrevivir intacto al primer divorcio escandaloso, al primer conflicto entre primos, o a la primera oferta millonaria de compra. Todo lo demás es simplemente literatura corporativa.